«Continuando la búsqueda de las condiciones
prácticas que llevan a la guerra primitiva, todavía he de abordar la cuestión
de por qué no se empleaban medios menos violentos para mantener la población
del grupo local por debajo de la capacidad de sustentación. Por ejemplo, ¿no
hubiera sido mejor para los tsembaga, así como para su hábitat, si se hubiera
limitado su población simplemente mediante alguna técnica de control de la
natalidad? La respuesta es no, puesto que antes de la invención del condón en
el siglo XVIII no existieron en ninguna parte métodos anticonceptivos seguros,
relativamente agradables y eficaces. Con anterioridad, el medio “pacífico” más
eficaz para limitar la población, aparte del infanticidio, era el aborto.
Muchos pueblos primitivos saben cómo provocar el aborto con brebajes venenosos.
Otros enseñan a la mujer embarazada a envolver su vientre con una apretada faja
de tela. Cuando falla todo lo demás, la mujer embarazada se tumba sobre la
espalda mientras una amiga salta con todas sus fuerzas sobre su abdomen. Estos
métodos son bastante eficaces, pero tienen el desagradable efecto secundario de
provocar la muerte de la futura madre casi tan a menudo como la muerte del
embrión.»
Marvin Harris
Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura
Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura
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