«En mi primera
infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme
vueltas por la cabeza.
“Cada vez que te
sientas inclinado a criticar a alguien —me dijo— ten presente que no todo el
mundo ha tenido tus ventajas…”
No añadió más, pero
ambos no hemos sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva,
por lo cual comprendí que, con sus palabras, quería decir mucho más. Queda
dicho que tengo una gran tendencia a reservarme toda opinión, hábito que me ha
facilitado el conocimiento de las más extraordinarias naturalezas, y también me
ha hecho víctima de no pocos latosos sempiternos. Cuando esta cualidad aparece
en una persona normal, es captada en el acto por la mente anormal, que
inmediatamente se adhiere a ella; así fue como, en la universidad, se me
acusaba, con toda injusticia, de ser un político porque conocía los secretos
agravios de desenfrenados y desconocidos seres. La mayor parte de las veces, no
iba a la caza de confidencias; en muchos casos, al advertir, por alguna
inequívoca señal, que en el horizonte rondaba una revelación íntima, he fingido
sueño, preocupación o una hostil indiferencia; las revelaciones íntimas de la
juventud, o al menos sus términos de expresión, suelen ser plagios y estar
desfigurados por supresiones más que evidentes. Reservarse opiniones es asunto
de infinito alcance.»
Francis Scott
Fitzgerald
El gran Gatsby
El gran Gatsby
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