10 de noviembre de 2021

La casa de Bernarda Alba

«PONCIA
Esas cosas pasan entre personas ya un poco instruidas que hablan y dicen y mueven la mano… La primera vez que mi marido, Evaristo el Colorín, vino a mi ventana… ¡Ja, ja, ja!
 
AMELIA
¿Qué pasó?
 
PONCIA
Era muy oscuro. Lo vi acercarse y, al llegar, me dijo: “Buenas noches”. “Buenas noches”, le dijo yo, y nos quedamos callados más de media hora. Me corría el sudor por todo el cuerpo. Entonces Evaristo se acercó, se acercó que se quería meter por los hierros, y dijo con voz muy baja: “¡Ven, que te tiente!” (Ríen todas.)
 
(AMELIA se levanta corriendo y espía por una puerta.)
 
AMELIA
¡Ay! ¡Creía que llegaba nuestra madre!
 
MAGDALENA
¡Buenas nos hubiera puesto!
 
(Siguen riendo.)
 
AMELIA
Chissss… ¡Qué nos va a oír!
 
PONCIA
Luego se portó bien. En vez de darle por otra cosa, le dio por criar colorines hasta que se murió. A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre, a los quince días de boda, deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma, se pudre llorando en un rincón.»
 
Federico García Lorca
La casa de Bernarda Alba

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