«Nos miramos a los ojos y sin
decirnos nada, comenzamos a buscar. Y entonces Lolo se encontró, a unos metros
y detrás de unas arbulagas, una alpargata vieja. Comenzamos a gritar:
―¡La alpargata del Lute! ¡La
alpargata del Lute!
Salimos corriendo para el
pueblo, hacia la casa de Fernandito. Si hubiese llegado E.T. a la estación en
una nave espacial y nos hubiese dado mil pesetas a cada uno, no nos habríamos
emocionado tanto. Lolo llevaba la alpargata agarrada y sacudiéndola por el aire
como si fuese la Copa de Europa o una medalla de las Olimpiadas que acabáramos
de ganar. El Liendres repetía todo el rato:
―¡Va a flipar Fernandito! ¡Nos
vamos a hacer ricos vendiendo la alpargata del Lute!
Cuando llegamos a mi calle, nos
encontramos a mucha gente apelotonada en la casa de Fernandito. Dani insinuó
que igual España había ganado alguna medalla en los Juegos Olímpicos o que otra
vez debía dinero. No veíamos anda y no entendíamos qué estaba pasando. Una de
mis vecinas se acercó hacia nosotros y nos dijo que nos fuéramos, que no
podíamos estar allí. Lolo preguntó:
―¿Qué es lo que pasa?
Mi vecina nos dijo:
―Se han escapado unos gatillos
y no podéis mirar. Jony, ¿por qué no os vais a jugar al fútbol al patio de las
escuelas? Aquí no pintáis nada.
Pasamos de ella y nos fuimos
abriendo paso entre la maraña de gente, que cuchicheaba y hablaban entre ellos,
hasta cruzar la cancela y llegar frente al portón de la casa. Vimos a una
pareja de guardias civiles y pensamos que igual habían pillado a Fernandito
robando algo. Pero no. A Lolo entonces se le cayó al suelo la alpargata del
Lute. Cuando los guardias civiles se apartaron un poco y se acercaron a donde
estábamos para echarnos, nos fijamos en que al fondo de la cochera se veían los
pies de Fernandito, colgando a un metro del suelo.»
Juarma
Al final siempre ganan los monstruos
Al final siempre ganan los monstruos
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