21 de octubre de 2021

Aurora roja

«La mujer tenía la tez marchita; los ademanes, tímidos. Había en ella cierta dignidad, que indicaba que no era de las nacidas con vocación para su triste oficio. En los ojos negros, en el rostro, prematuramente arrugado, se leía la fatiga, el insomnio, el abatimiento; todo esto amortiguado por un velo de indiferencia y de insensibilidad.
 
—¿De manera que tú estás sirviendo? —preguntó la mujer pálida a la criada.
—Sí.
—¿Qué edad tienes?
—Diez y ocho años.
—Yo tengo una hija que tiene quince.
—¿Usted?
—Sí.
—No parece que tenga usted edad bastante.
—Sí, soy vieja; he cumplido ya treinta y cuatro. La chica está en Ávila con mis padres. Yo, claro, no quiero que venga conmigo, y los abuelos suyos son pobres. Cuando tengo algún dinero se lo envío.
 
Jesús se puso serio, y comenzó a preguntarle por su vida.
 
—Hace un año tuve un hijo, y me lo tuvieron que sacar con unos ganchos —siguió contando la mujer, mientras cortaba la carne con el cuchillo—. Desde entonces estoy mala; luego, hace unos meses, he tenido el tifus, me llevaron al Cerro del Pimiento, y allí me quitaron toda la ropa que tenía. Salí tan desesperada, que quise matarme.
—¡Se quiso usted matar! —exclamó la criada.
—Sí.
—¿Y qué hizo usted?
—Cogí las cabezas de unos fósforos, las eché en un vaso de aguardiente, hasta que se deshicieron, y lo bebí. ¡Me entraron unos dolores!.... Vino un médico y me dio un vomitivo. Luego, durante cuatro o cinco días, echaba el aliento en la oscuridad, y brillaba.
—Pero ¿tan desesperada estaba usted? —preguntó la criada.
—Tú no sabes cómo vivimos nosotras. ¿Ves? Hoy yo no gano; pues mañana tengo que empezar esta blusa, y si me ha costado tres duros, me dan por ella dos pesetas. Luego, a los hombres les gusta hacer sufrir a las mujeres… Créeme, hija, sigue sirviendo; por muy mal que estés, no estarás peor que así…»
 
Pío Baroja
Aurora roja (La lucha por la vida) 

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