«Si en primavera ningún zoológico había querido hacerse cargo de él, en otoño se mostraron aún más reticentes, poniendo como excusa que las osas no aceptaban cachorros ajenos en sus madrigueras y que, además, el sueño de los osos en los zoológicos no era profundo y eran muchos los que permanecían despiertos todo el invierno, ya que no se les podía ofrecer una tranquilidad ni un silencio constantes. Los expertos le aconsejaron que o bien lo matase antes del invierno, o bien le construyese algún tipo de cubil que fuese lo suficientemente cómodo y tranquilo para que pudiese hibernar.
―Eso ya se las trae… Mire, cómprele el oso de peluche más grande que encuentre y enséñele a que duerma con él, qué quiere que le diga. No le puedo aconsejar mejor, porque en Finlandia no disponemos de muchos estudios sobre el tema, ¿sabe?
―Oiga, menos cachondeo.
―Perdón, perdón.
―El pelo de un oso adulto puede llegar a crecer hasta veinte centímetros, ¿tiene algo que se le parezca?
El mejor amigo del oso
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