«Aunque G.G. conocía su caja de arriba abajo, sus manos se iban
haciendo cada vez más lentas. Simplemente había manejado demasiadas cartas en
su vida, y su cuerpo, con sus sentidos adormecidos, se estaba finalmente
rebelando. Varias veces durante la mañana le vi vacilar. Se paraba y se
tambaleaba, entraba como en un trance, luego se recuperaba y ordenaba algunas
cartas más. A mí no es que me cayese particularmente bien. Su vida no había
sido muy valiente y se había ido convirtiendo en algo así como una masa de
mierda. Pero cada vez que vacilaba, algo me estremecía. Era como un fiel y
pundonoroso caballo que no pudiese seguir por más tiempo. O un automóvil que se
rindiese finalmente, una mañana.»
Charles Bukowski
Cartero
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