«—Anoche —dijo ella gravemente,
jugueteando con el pelo de Anthony mientras hablaba—, me pareció que la parte
de mí que amabas, la parte que merecía la pena conocer, todo el orgullo y todo
el fuego, habían desaparecido. Supe que lo que aún quedaba de mí te amaría
siempre, pero que ya nunca sería igual.
Gloria se daba cuenta, sin
embargo, de que terminaría por olvidar y de que la vida raras veces aniquila,
aunque siempre desgaste. Después de aquella mañana nunca se volvió a mencionar
el incidente y su profunda herida se curó con ayuda de Anthony…, y si hubo
triunfo, estaba en posesión de una fuerza más oscura que ellos y que, junto con
el triunfo, poseía también el conocimiento de los hechos.»
Francis Scott Fitzgerald
Hermosos y malditos
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