«—¡El
Cerrillo de los Lirios! —observó el caballero, saliendo de su meditación—.
¡Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan feos! Desde que viajo
por estas tierras me sorprende la horrible ironía de los nombres. Tal sitio,
que se distingue por su árido aspecto y la desolada tristeza del negro paisaje,
se llama Valleameno. Tal villorrio de adobes, que miserablemente se extiende
sobre un llano estéril y que de diversos modos pregona su pobreza, tiene la
insolencia de nombrarse Villarrica; y hay un barranco pedregoso y polvoriento,
donde ni los cardos encuentran jugo, y que, sin embargo, se llama Valdeflores.
¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? Pero ¿dónde están esos
lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a
eso el Cerrillo de la Desolación, y hablarán a derechas. Exceptuando
Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura,
todo aquí es ironía. Palabras hermosas, realidad prosaica y miserable. Los
ciegos serían felices en este país, que para la lengua es Paraíso y para los
ojos Infierno.»
Benito
Pérez Galdós
Doña Perfecta
No hay comentarios:
Publicar un comentario