«Hace falta mucho valor para
dejarse amar sin reservas. Un valor que es casi heroísmo. La mayoría de la
gente no puede dar ni recibir amor porque es cobarde y orgullosa, porque tiene
miedo al fracaso. Le da vergüenza entregarse a otra persona y más aún rendirse
a ella porque teme que descubra su secreto… el más triste secreto de cada ser
humano: que necesita mucha ternura, que no puede vivir sin amor. Creo que ésa
es la verdad. O al menos eso he creído durante mucho tiempo, aunque ya no lo
afirmo tan categóricamente porque estoy envejeciendo y me siento fracasado.
¿Qué en qué he fracasado? Te lo estoy diciendo, en eso, precisamente en eso. No
fui lo bastante valiente para la mujer que me amaba, no supe aceptar su cariño,
me daba vergüenza, incluso la despreciaba un poco por ser diferente de mí, una
burguesita de gustos y ritmos vitales distintos de los míos; y además temía por
mí, por mi orgullo, temía entregarme al noble y complejo chantaje con el que se
me exigía el don del amor. En aquellos tiempos no sabía lo que sé hoy… que no
hay nada de lo que avergonzarse en la vida excepto de la cobardía, que hace que
uno no sea capaz de dar sentimientos o no se atreva a aceptarlos.»
Sándor Márai
La mujer justa
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