«A mitad de una colina, al sol, Ott se paró,
se apoyó sobre la sombrilla, miró vagamente el paisaje, y comenzó un discurso
sobre el amor. “¿No es triste que nadie se enamore de verdad en nuestros días? Es excepcional… Quiero decir que nadie
idealiza a nadie. Nadie siente que cada palabra es maravillosa sólo porque la
ha producido el otro.” En este punto, sobre todo para que volviéramos a casa,
dije que el amor puede ser muchas cosas diferentes; y que era absurdo reducirlo
al amor romántico. También sostuve que se podía amar a grupos de personas, y a
países. Lamentablemente, esta observación hizo que Ottoline se apoyara de nuevo
en su parasol para mirar con veneración un trigal. “Sí, amo este paisaje”, dijo
para sí; “la curva de ese trigal me parece tan divina como un ser humano.
También amo la literatura.” “Pues yo amo cosas bastantes absurdas: el Partido
Laborista Independiente, por ejemplo”, dijo la señora Hamilton. Por fin nos
pusimos otra vez en camino, y le preguntamos a la pobre boba cómo, con tanta
pasión por la literatura, no escribía. “Ah, es que no tengo tiempo, nunca tengo
tiempo. Además, tengo tan mala salud… Pero el placer de la creación, Virginia,
debe de superar a todos.” Le dije que así era.»
Virginia Woolf
Diario
íntimo
Ilustración de Elizabeth Shippen Green
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