«El barón habló de mi
accidente, de mi desgraciado disparo. ¿Estaba ya curado? ¿De verdad? Se
alegraba de ello.
¿Quién le ha hablado de mi
accidente?, pensé, y le pregunté:
¿Quién le ha hablado al señor
barón de mi accidente?
A ver… ¿quién fue? La señorita
Mack, creo. ¿No fue así, señorita Mack?
Edvarda se puso al rojo vivo.
Al llegar allí me sentía
desamparado, durante días, una oscura desesperación me había abatido, pero al
oír las últimas palabras pronunciadas por el forastero, me subió instantáneamente
por dentro una sensación de felicidad. No miré a Edvarda, pero pensé: Gracias
por haber hablado de mí, por haber mencionado mi nombre con tu lengua aunque
para ti no signifique nada en absoluto. Buenas noches.»
Knut Hamsun
Pan
Pan
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