«―Hace diez años todos se reían
de las personas a las que le preocupaba el medio ambiente, como bichos-raros-barbudos-con-sandalias,
y ahora mirad el poder del consumo ecológico ―gritaba, mientras hundía los
dedos en el tiramisú y se los metía directamente en la boca―. Dentro de unos
años ocurrirá lo mismo con el feminismo. ¡Ya no habrá hombres que dejen a sus
familias y a sus mujeres menopaúsicas por jóvenes amantes, ni que intenten
ligar presumiendo condescendientes de la cantidad de mujeres que se tiran a sus
pies, ni que intenten tener relaciones sexuales con mujeres sin mostrarse
amables y comprometidos, porque los jóvenes amantes y las mujeres darán media
vuelta y les dirán que se vayan a la mierda, y los hombres no practicarán sexo
ni tendrán mujer, a menos que aprendan a comportarse como es debido, en lugar
de ensuciar el lecho marino que es el hábitat de las mujeres con su
COMPORTAMIENTO MIERDOSO, PETULANTE Y AUTOINDULGENTE!
―¡Hijos de puta! ―gritó Jude, y sorbió su Pinot Grigio.
―¡Hijos de puta! ―grité con la boca llena de tarta de frambuesa mezclada con tiramisú.
―¡Jodidos hijos de puta! ―gritó Jude, y encendió un Silk Cut con la colilla del último.
Justo en ese momento sonó el
timbre.
―Me apuesto algo a que es
Daniel, ese jodido hijo de puta ―dije―. ¿Qué pasa? ―grité en el interfono.
―Oh, hola, cariño ―dijo Daniel con su tono más amable y educado―. Siento mucho molestarte. He llamado antes y te he dejado un mensaje en el contestador. Pero es que me he visto toda la noche metido en la reunión general más aburrida que puedas imaginar. Ha durado hasta ahora y tengo muchas ganas de verte. Si te parece bien, sólo un besito y me voy. ¿Puedo subir?
―Burr. De acuerdo, sube ―murmuré de mal humor, apreté el botón y volví a la mesa tambaleándome―. Jodido hijo de puta.
―La Cultura de los Derechos Adquiridos ―gruñó Sharon―. Hermosos cuerpos de muchachitas cocinando para ellos, cuidándoles cuando son viejos y gordos. Creen que las mujeres sólo están ahí para darles todo lo que les corresponde por derecho… Hey, ¿se nos ha acabado el vino?
Entonces apareció Daniel,
esbozando una sonrisa encantadora. Parecía cansado, pero con el rostro fresco,
bien afeitado y muy bien vestido. Llevaba tres cajas de bombones.
―He comprado una para cada una ―dijo,
levantando la ceja de forma muy sexy―, para que las comáis con el café. No
dejes que te interrumpa. He hecho las compras para el fin de semana.
Llevó ocho bolsas de la compra
de Callens hasta la cocina y empezó a ordenarlo todo.
En aquel momento sonó el
teléfono. Era la compañía de taxis, donde las chicas habían llamado hacía media
hora, para comunicar que había habido un terrible choque en cadena en Ladbroke
Grove, que además todos sus coches habían explotado inesperadamente y que no
iban a poder venir a buscarlas hasta dentro de tres horas.
―¿Hasta dónde vais? ―preguntó
Daniel―. Os acompaño a casa. No podéis estar por la calle buscando un taxi a
estas horas de la noche.
Mientras las chicas buscaban
sus bolsos y sonreían estúpidamente a Daniel, yo empecé a comer todos los
bombones de avellana, praliné, dulce de leche o caramelo que encontré en mi
caja, sintiendo una desconcertante mezcla de satisfacción y orgullo por aquel
novio perfecto al que las chicas se hubieran follado con gusto, y de furia
contra aquel borracho, normalmente desagradable y sexista, que había arruinado
nuestra reunión feminista, fingiendo de forma perversa ser el hombre perfecto.
Huh. Veremos cuándo dura, ¿no?, pensé, mientras esperaba a que regresase.
Al llegar, corrió escaleras
arriba, me cogió entre sus brazos y me llevó al dormitorio.
―Tienes una chocolatina extra
por ser encantadora incluso cuando estás achispada ―dijo, sacando de su
bolsillo una chocolatina con forma de corazón envuelto en papel de aluminio.»
Helen Fielding
El diario de Bridget Jones
―¡Hijos de puta! ―gritó Jude, y sorbió su Pinot Grigio.
―¡Hijos de puta! ―grité con la boca llena de tarta de frambuesa mezclada con tiramisú.
―¡Jodidos hijos de puta! ―gritó Jude, y encendió un Silk Cut con la colilla del último.
―Oh, hola, cariño ―dijo Daniel con su tono más amable y educado―. Siento mucho molestarte. He llamado antes y te he dejado un mensaje en el contestador. Pero es que me he visto toda la noche metido en la reunión general más aburrida que puedas imaginar. Ha durado hasta ahora y tengo muchas ganas de verte. Si te parece bien, sólo un besito y me voy. ¿Puedo subir?
―Burr. De acuerdo, sube ―murmuré de mal humor, apreté el botón y volví a la mesa tambaleándome―. Jodido hijo de puta.
―La Cultura de los Derechos Adquiridos ―gruñó Sharon―. Hermosos cuerpos de muchachitas cocinando para ellos, cuidándoles cuando son viejos y gordos. Creen que las mujeres sólo están ahí para darles todo lo que les corresponde por derecho… Hey, ¿se nos ha acabado el vino?
El diario de Bridget Jones
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