«Todos los testigos corroboraban
las declaraciones de Delgado y Granado, pero eso no suponía que éstos tuvieran
una coartada, y menos aún que fueran inocentes. Los empleados del garaje
H.A.F.A. sostenían que ambos habían estado allí en la mañana del día 29. La
propia María Cruz y una de sus vecinas coincidían en que a las tres y media de
la tarde habían marchado a la piscina y regresado entre una hora o una hora y media
más tarde. Las telefonistas daban cuenta de la presencia de los dos a las siete
de la tarde en la central de la calle Marcudos, en la que permanecieron durante
una hora aproximadamente. María Cruz dijo que regresaron a recogerla a las
nueve de la noche para ir al cine, y el camarero del bar El Madroñal aseguraba
que a la una de la madrugada estuvieron en el establecimiento hasta que éste
cerró, una hora más tarde.
Una jornada muy apretada pero que,
a juicio del juez instructor, no impedía que hubieran tenido tiempo de colocar
las bombas. Aún más, toda aquella actividad no tenía otro objeto que hacer
pasar desapercibidas sus intenciones criminales.»
Carlos Fonseca
Garrote vil para dos inocentes. El caso Delgado-Granado
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