22 de diciembre de 2020

Luz de agosto


«Han bastado una o dos preguntas para que Lena, sentada en el más alto escalón, con el abanico y el hatillo sobre sus rodillas, relate de nuevo su historia con la paciente y transparente recapitulación de niño que miente; y los hombres, con sus monos de trabajo, la escuchan tranquilamente, en cuclillas a su alrededor.
 
—Ese muchacho se llama Bunch —dice Varner—. Y hará como unos siete años que trabaja en el aserradero. ¿Cómo sabe usted que Bunch está también allí?
 
Ella mira hacia la carretera, en dirección a Jefferson. Su rostro está tranquilo, atento, un poco despegado, pero sin nada de ausente:
 
—Creo que estará allí, en ese aserradero. A Lucas le han gustado siempre el cambio y la novedad. Nunca le ha gustado una vida tranquila. Por eso no le convino nunca el aserradero de Doane. Por eso decidió… decidimos cambiar: por el dinero y por la novedad.
 
—Por el dinero y por la novedad —dijo Varner—. Lucas no es el primer mocoso que, por el dinero y por la novedad, ha dejado de hacer aquello para lo que había nacido y ha abandonado a los que dependían de que lo hiciese.
 
Pero, aparentemente, Lena no escuchaba. Sentada tranquilamente sobre el más alto escalón, mira aquel sitio en donde la carretera tuerce vacía y ascendente, hacia Jefferson. Los hombres, en cuclillas contra la pared, miran su rostro encalmado y plácido y piensan lo que Armstid pensaba y lo que Varner piensa: que sueña con un bribón que la ha dejado en apuros y a quien ellos saben muy bien que no volverá a ver jamás, a no ser, tal vez, los faldones de su chaqueta tensados por el viento de la carrera.»
 
William Faulkner
Luz de agosto

10 de octubre de 2020

Todos deberíamos ser feministas


«El Feminismo Light recurre al lenguaje de la “permisión”. Theresa May es la primera ministra británica y un diario progresista de su país describía así a su marido: “Philip May es conocido en la política por ser un hombre que ha dado un paso atrás para permitir que sea su mujer, Theresa, quien brille”.
 
Permitir.
 
Démosle la vuelta. Theresa May ha permitido brillar a su marido. ¿Tiene sentido? Si Philip May fuera primer ministro quizá oiríamos que su esposa le ha “apoyado” desde un segundo plano o que está “detrás de él” o “a su lado”, pero jamás que le ha “permitido” brillar.
 
“Permitir” es una palabra preocupante. “Permitir” habla del poder. A menudo escucharás a miembros del capítulo nigeriano del Feminismo Light decir: “Dejad que la mujer haga lo que le plazca siempre y cuando su marido se lo permita”.
 
Un marido no es un director de escuela. Una esposa no es una colegiala. El permiso y el beneplácito, cuando son unilaterales –como ocurre casi siempre–, jamás debieran formar parte del lenguaje de un matrimonio igualitario.»
 
Chimamanda Ngozi Adichie
Todos deberíamos ser feministas

6 de octubre de 2020

Barba Azul


«Ayer, en el fútbol, tengo que confesar que no hice más que pensar en ti; dos equipos en calidad de compañeros de cama tuyos; once con camiseta blanca y once con camiseta roja, además el árbitro, calvo, y dos jueces de línea; esto hace exactamente veinticinco hombres. Como tú dijiste. No puedo dejar de imaginármelo. A fin de cuentas tienes treinta y un años. Cuántos hombres se han acostado contigo es algo que no debiera haber preguntado, y tú has contestado con tanta franqueza… ¡Perdona la pregunta! Además, en el fútbol he tenido en cuenta lo que también me dijiste, que a dos de ellos hubieras preferido sólo acariciarlos, y por esto ya no he mirado más a los dos jueces de línea, bastaba con el resto; tú con dos equipos completos y además los reservas, sentados en el banco, y uno que hace precalentamiento corriendo por el lado del campo; era para volverse loco; y por la tarde te veo debajo de la ducha.»
 
Max Frisch
Barba Azul
 

5 de octubre de 2020

Harry Potter y la piedra filosofal


«—Es curioso lo miope que se puede volver uno al ser invisible —dijo Dumbledore, y Harry se sintió aliviado al ver que le sonreía—. Entonces —continuó Dumbledore, bajando del pupitre para sentarse en el suelo con Harry—, tú, como cientos antes que tú, has descubierto las delicias del espejo de Oesed.
—No sabía que se llamaba así, señor.
—Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?
—Bueno… me mostró a mi familia y…
—Y a tu amigo Ron lo reflejó como capitán.
—¿Cómo lo sabe…?
—No necesito una capa para ser invisible —dijo amablemente Dumbledore—. Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos muestra el espejo de Oesed a todos nosotros?
 
Harry negó con la cabeza.
 
—Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?
 
Harry pensó. Luego dijo lentamente:
 
—Nos muestra lo que queremos… lo que sea que queremos…
—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Ronald Weasley, que siempre ha sido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos. Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.»
 
J. K. Rowling
Harry Potter y la piedra filosofal 

7 de septiembre de 2020

CANCIÓN DE AMOR DE SAN SEBASTIÁN

Apareceré con mi hábito de estameña

Apareceré con la lámpara en medio de la noche

Me sentaré a los pies de tu escalera;

Me flagelaré hasta sangrar

Tras horas y horas de oración

Tortura y placer

Hasta que mi sangre rodee la lámpara

Y destelle a su luz;

Me levantaré y seré tu neófito

Y apagaré la luz

Para seguirte donde me guíes,

Para seguirte donde tus pies sean blancos

Hasta tu cama en la oscuridad

Donde esté tu manto blanco

Junto a tu manto el pelo trenzado.

Entonces me aceptarás

Porque yo era odioso a tus ojos

Me aceptarás sin avergonzarte

Porque yo estaría muerto

Y cuando llegara la mañana

Reclinaría la cabeza en tu pecho.

 

Llegaría con una toalla en la mano

Apoyaría tu cabeza entre mis rodillas;

Tus orejas tienen un curioso pliegue

Nadie en el mundo tiene un pliegue igual.

Cuando todo el mundo se derrita al sol,

Se derrita o se congele,

Recordaré ese pliegue de tus orejas.

Me demoraría un momento

Seguiría la curva con el dedo

Tu cabeza dejado de mis rodillas:

Creo que por fin lo comprenderías.

Ya no habría nada más que decir.

Me amarías porque yo te habría estrangulado

Y a causa de mi infamia;

Yo te amaría más porque te habría mutilado

Porque ya no serías hermoso

Para nadie excepto para mí.

 

T. S. Eliot

Inventos de la liebre de marzo

 

Imagen: San Sebastián, Guido Reni


3 de junio de 2020

Las dos caras de enero


«Afortunadamente quedaban camarotes de primera clase. A Rydal no le apetecía ir ni en segunda clase en un barco como aquél. Probablemente había una tercera clase en las entrañas del barco y la cubierta principal a popa estaba ya atestada de pasajeros que viajaban al aire libre las veinticuatro horas que duraba la travesía. La gente comía naranjas, plátanos y bocadillos y tiraba los desperdicios por la borda o en el suelo. Al vislumbrar a esas gentes, mientras subía la pasarela, Rydal se había sentido deprimido. Parecían ganado en un redil, sólo que éstos ya se estaban empujando y disputándose el sitio para pasar la noche, y algunos ya habían tomado posiciones y se habían tumbado sobre la cubierta, negándose a moverse, pues el ser humano tiene la capacidad de prever.»

Patricia Highsmith
Las dos caras de enero


1 de febrero de 2020

Mientras escribo


«Los alcohólicos erigen defensas como diques los holandeses. Yo me pasé los primeros doce años de mi vida matrimonial diciéndome que “sólo me gustaba beber”. También empleé la Defensa Hemingway, famosa en el mundo entero. Nunca se ha expuesto con claridad (porque no sería de machos), pero consiste más o menos en lo siguiente: soy escritor, y por lo tanto muy sensible, pero también soy un hombre, y los hombres de verdad no se dejan gobernar por la sensibilidad. Eso sería de maricas. En conclusión, que bebo. ¿Hay alguna otra manera de afrontar el horror existencial y seguir trabajando? Oye, y que no pasa nada, que controlo. Como buen machote.»

Stephen King
Mientras escribo

30 de enero de 2020

También esto pasará


«Los hombres, muy simpáticos y un poco formales, utilizan la cultura y un sentido del humor muy calculado como protección contra el mundo y como maniobra de despiste de un físico incómodo y poco agraciado —que sin embargo no les impide juzgar cruda e implacablemente la belleza femenina—, cierta caballerosidad afectada y condescendiente como sustituto de la buena educación y una manera pulcra y pequeñoburguesa de vestir, como si su madre todavía les escogiese y les planchase la ropa. Sus armas son la inteligencia, el sentido del humor y un ojo infalible para detectar las miserias ajenas.»

Milena Busquets
También esto pasará

25 de enero de 2020

ELEGÍA


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández
El rayo que no cesa

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