24 de noviembre de 2019

Romance del soldadito


—Soldadito, soldadito,
¿de dónde ha venido usted?
—De la guerra, señorita.
¿Qué se le ha ofrecido usted?
—¿Ha visto usted a mi marido
en la guerra alguna vez?
—No, señora, no lo he visto,
ni sé las señas de él.
—Mi marido es alto, rubio,
alto, rubio, aragonés
y en la punta de la espada
lleva un pañuelo holandés;
se lo bordé siendo niña,
siendo niña lo bordé,
otro que le estoy bordando
y otro que le bordaré.
—Por las señas que me ha dado,
su marido muerto es;
lo llevan a Zaragoza
a casa de un coronel.
—Siete años he esperado,
otros siete esperaré.
Si a los catorce no viene,
monjita me meteré.
—Calla, calla, Isabelita.
Calla, casa, Isabel.
Yo soy tu querido esposo;
tú, mi querida mujer.

Anónimo

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