24 de febrero de 2019

Novela de ajedrez


«Observaba cada pliegue de aquellos capotes, me fijaba por ejemplo en la gota que bajaba de una de las solapas mojadas, y, por ridículo que pueda parecerle a usted, esperaba con incoherente ansiedad ver si finalmente rodaría a lo largo del pliegue o si resistiría a la fuerza de la gravedad y se mantendría adherida a la solapa. Sí, estuve mirándola largamente, los minutos se me hacían eternos, los ojos fijos y la respiración contenida, contemplando la lucha de aquella gota como si fuera en ello mi propia vida. Después, cuando finalmente se desprendió, pasé revista a los botones de los capotes, ocho en uno, ocho en el otro, diez en el tercero. A continuación conté los galones. Todas estas nimiedades ridículas, mis ojos sedientos las estuvieron pasando y repasando, insaciables, con una avidez indescriptible. Y de pronto mi mirada quedó prendida en otra cosa. Había descubierto que uno de los bolsillos laterales de uno de los capotes tenía una protuberancia, como si tuviera dentro algún objeto. Me acerqué más y me pareció reconocer por su forma cuadrada lo que contenía aquella protuberancia: ¡un libro! Mis piernas empezaron a flaquear. ¡Un LIBRO! Hacía cuatro meses que no tenía un libro en las manos y ahora, la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de serenarme. Mis ojos quedaron suspendidos de aquel bulto que formaba el libro en el bolsillo, como hipnotizados, con una mirada tan ardiente como si quisiera perforar el tejido. Finalmente no pude controlar mi avidez; involuntariamente me fui acercando. Sólo con pensar que podía tocar un libro con las manos, aunque fuera a través de la ropa del bolsillo, ya me ardían los dedos hasta la raíz de las uñas.»

Stefan Zweig
Novela de ajedrez

18 de febrero de 2019

La Montaña del Alma

«Era evidente que no lo había olvidado, pero pese a todo había seguido siendo mi amigo. Me di cuenta entonces de que también yo había cometido errores y que no sólo eran los demás los que me habían acusado injustamente. ¿Era un acto de arrepentimiento por mi parte? ¿Era el estado de ánimo que precede a la muerte?

No sabía si, en el curso de mi vida, era yo quien después de todo me había mostrado más ingrato con los demás, o bien los demás conmigo. Sabía que algunos me habían querido de verdad, como mi madre hoy ya fallecida, que otros me habían odiado, como mi mujer de la que me había separado, pero ¿para qué saldar viejas cuentas, ahora que me quedaba tan poco de vida? Para aquellos con quienes me había mostrado ingrato, mi muerte sería ya compensación suficiente, y por los demás nada podía ya hacer. La vida no es al fin y al cabo más que un nudo de rencores inextricables, ¿tendría por casualidad algún otro significado? Pero ponerle punto final así era realmente prematuro. Me di cuenta de que no había vivido jamás de forma conveniente y que, de poder prolongar mi existencia, cambiaría a buen seguro mi forma de vivir, a condición de se produjera un milagro.»

Gao Xingjian
La Montaña del Alma


13 de febrero de 2019

Barba Azul

«Normalmente no cuento con que alguien que me está mirando mientras juego al billar me esté mirando sólo porque conoce mi biografía; de repente me doy cuenta de que es así; éste no está mirando en absoluto lo que hacen las bolas sino la mano, que a lo mejor es la mano de un asesino, y cuando le miro a la cara vuelve al bar. También a esto se acostumbra uno. Emigrar sería poco menos que confesar.»

Max Frisch
Barba Azul

9 de febrero de 2019

Harry Potter y el misterio del príncipe


«—Si Voldemort no hubiera oído hablar de la profecía, ¿se habría cumplido ésta? ¿Habría significado algo? ¡Claro que no! ¿Acaso crees que todas las profecías de la Sala de las Profecías se han cumplido?
—Pero… —persistió Harry, desconcertado— pero el año pasado usted dijo que uno de nosotros tendría que matar al otro…
—¡Harry, Harry! ¡Te lo dije porque Voldemort cometió un grave error y dio por buenas las palabras de la profesora Trelawney! Si él no hubiera matado a tu padre, ¿habría hecho surgir un furioso deseo de venganza? ¡Claro que no! Y si no hubiera obligado a tu madre a morir por ti, ¿te habría conferido una protección mágica que él no podría vencer? ¡Pues claro que no! ¿Acaso no lo entiendes? ¡El propio Voldemort creó a su peor enemigo, como hacen los tiranos! ¿Tienes idea de hasta qué punto éstos temen a la gente que someten? Todos los opresores comprenden, tarde o temprano, que entre sus muchas víctimas habrá al menos una que algún día se alzará contra ellos y les plantará cara. ¡Voldemort no es ninguna excepción! Él ya estaba alerta por si aparecía alguien capaz de desafinarlo. ¡Oyó la profecía y decidió actuar, y como consecuencia de ello no sólo escogió a la persona con más posibilidades para acabar con él, sino que le entregó unas armas excepcionalmente mortíferas!
—Pero…
—¡Es fundamental que entiendas esto! —insistió Dumbledore, y se levantó para pasearse por la habitación haciendo ondear su relumbrante túnica. Harry nunca lo había visto tan alterado—. ¡Al intentar matarte, el propio Voldemort señaló a la extraordinaria persona que está ante mí y le proporcionó las herramientas necesarias para realizar el trabajo! Él tiene la culpa de que tú pudieras adivinar sus pensamientos, sus ambiciones, e incluso de que entiendas el lenguaje de las serpientes que él emplea para transmitir órdenes; y sin embargo, Harry, pese a tu privilegiada compresión del mundo de Voldemort (un don por el que cualquier mortífago mataría), nunca te han seducido las artes oscuras, nunca, ¡ni siquiera por un segundo has mostrado el menor deseo de unirte a los seguidores de Voldemort!
—¡Por supuesto que no! ¡Él mató a mis padres!
—¡Lo que significa que te protege tu capacidad de amar! —concluyó Dumbledore elevando la voz—. ¡Ésa es la única protección efectiva contra unas ansias de poder como las de Voldemort! ¡A pesar de todas las tentaciones que has resistido y del sufrimiento que has soportado, tu corazón sigue puro, tan puro como cuando tenías once años y te miraste en un espejo que reflejó los deseos de ese corazón tuyo! El espejo te mostró el modo de desbaratar los planes de Voldemort, pero no te tentó con la inmortalidad ni las riquezas. ¿Te das cuenta, Harry, de que muy pocos magos habrían podido ver lo que tú viste en ese espejo? ¡Voldemort debió haber comprendido entonces a qué se enfrentaba, pero no lo hizo!»

J. K. Rowling
Harry Potter y el misterio del príncipe

7 de febrero de 2019

La excepción

«—Estaba completamente cambiado: la voz, el pelo, la ropa… Se está convirtiendo en un hombre nuevo sin mí, está cambiando junto a otro hombre y por él. Cuando llegaba del extranjero también estaba cambiado durante dos, tres días, como si todavía no hubiese regresado del todo. A veces le preguntaba si su alma no estaría de travesía en una barca a remo por el océano. Hace cuatro días todavía éramos amantes y ahora él ya casi se ha ido por completo. 

La escritora deja los libros.

—El que se va ya nunca es el mismo, aunque vuelva.»

Auður Ava Ólafsdóttir
La excepción 


5 de febrero de 2019

Luz de agosto

«Pero ahora comprendo la razón —piensa Byron—. Es porque un hombre teme más a lo que pueda sobrevenirle que a los sufrimientos que ya ha padecido. Prefiere aferrarse a los sufrimientos que ya ha padecido para no arriesgarse a un cambio. Sí. Un hombre hablará de su deseo de escapar a los vivos. Pero los más peligrosos son los muertos. Porque de los muertos no se puede escapar; de los muertos que yacen tranquilamente en alguna parte y que no tratan de retenerlo.»

William Faulkner
Luz de agosto

Vistas de página en total

Con la tecnología de Blogger.
emerge © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.