29 de agosto de 2017

Niebla

«–¿Conque no, eh? –me dijo–, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió... ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar ni uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es más que otro nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima...


–¿Víctima? –exclamé. 


–¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir! ¡Usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues!»


Miguel de Unamuno

Niebla

24 de agosto de 2017

Asesinos sin rostro


«—Los fiscales deben ser tercos. ¿Qué crees que pasaría con la seguridad de la justicia en este país si no fuera así?

Kurt Wallander notó que el alcohol le envalentonaba.

—Esta pregunta también puede hacerla un insignificante policía de la provincia —repuso—. Una vez creí que la profesión de policía significaba participar y cuidar de las pertenencias de las personas y de su seguridad. Supongo que todavía lo creo. Pero he visto que la seguridad de la justicia se convierte en una idea huera. He visto que a los jóvenes delincuentes más o menos se los anima a seguir. Nadie interviene. Nadie se preocupa por las víctimas de la creciente violencia. Es cada vez peor.
—Ahora hablas como mi padre —dijo—. Es un juez retirado. Un viejo funcionario reaccionario.
—Quizá sí. Tal vez sea conservador. Pero es mi opinión. Entiendo que la gente a veces se tome la justicia por su mano.»

Henning Mankell
Asesinos sin rostro

5 de agosto de 2017

The Spanish Tragedy

«Not far from hence, amidst ten thousand souls,
Sat Minos, Aeacus, and Rhadamanth;
To whom no sooner ‘gan I make approach,
To crave a passport for my wand’ring ghost,
But Minos, in graven leaves of lottery,
Drew froth the manner of my life and death.
“This knight”, quoth he, “both liv’d and died in love;
And for his love tried fortune of the wars;
And by war’s fortune lost both love and live.”
“Why then”, said Aeacus, “convey him hence,
To walk with lovers in our fields of love,
And spend the course of everlasting time
Under green myrtle-tree and cypress shades.”
“No, no”, said Rhadamanth, “it were not well,
With loving souls to place a martialist:
He died in war, and must to martial fields,
Where wounded Hector lives in lasting pain,
And Achilles’ Myrmidons do scour the plain.
Then Minos, mildest censor of the three,
Made this device to end the difference:
“Send him”, quoth he, “to our infernal king,
To doom him as best seems his majesty.”
To his effect my passport straight was drawn.
In keeping on my way to Pluto’s court,
Through dreadful shades of ever-glooming night,
I saw more sights than thousand tongues can tell,
Or pens can write, or mortal hearts can think.»

Thomas Kyd
The Spanish Tragedy

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