30 de mayo de 2015

Beowulf


«The leader of the troop unlocked his word-hoard;
The distinguished one delivered this answer:
“We belong by birth to the Geat people
And owe allegiance to Lord Hygelac.
In his day, my father was a famous man,
A noble warrior-lord name Ecgtheow.
He outlasted many a long winter
And went on his way. All over the world
Men wise in counsel continue to remember him.
We come in good faith to find your lord
And nation’s shield, the son of Halfdane.
Give us the right advice and direction.
We have arrived here on a great errand
To the lord of the Danes, and I believe therefore
There should be nothing hidden or withheld between us.
So tell us if what we have heard is true
About this threat, whatever it is,
This danger abroad in the dark nights,
This corpse-marker mongering death
In the Shildings’ country. I come to proffer
My wholehearted help and counsel.
I can show the wise Hrothgar a way
To defeat his enemy and find respite-
If any repose is to reach him, ever.
I can calm the turmoil and terror in his mind.
Otherwise, he must endure woes
And live with grief for as long as his hall
Stands at the horizon, on its high ground.»


Anónimo
Beowulf

Imagen del cómic de Santiago García y David Rubín. 

23 de mayo de 2015

La señorita de Trevélez


«NUMERIANO.-(Cae desfallecido sobre un banco.) ¡Ay, Dios mío! Bueno; yo hace quince días que no duermo, ni como, ni vivo… ¡Y yo que nunca he debido un céntimo, me he hecho hasta tramposo!... Porque entre los dos perros y el marco, que lo estoy pagando a plazos, se me va la mitad del sueldo. ¡Qué cuadrito!... Don Gonzalo le llama la mancha, pero quiá. Es muchísimo más grande. La Mancha y la Alcarria, todo junto. ¡No le he puesto más que un listón alrededor y me ha subido a veinticinco duros!... ¡Ay!, yo estoy enfermo, no me cabe duda. Tengo dolor de cabeza, inquietud, espasmos nerviosos; porque además de todo eso, esa mujer me tiene loco. Es de una exaltación, de una vehemencia y de una fealdad que consternan. Y luego tiene unas indirectas… Ayer me preguntó si yo había leído una novela que se titula El primer beso, y yo no la he leído; pero aunque me la supiera de memoria… ¡Esas bromitas, no! Y para colmo, habla con un léxico tan empalagoso, que para estar a su altura me veo negro. Aquí me he venido huyendo de ella… Aquí, siquiera por unos momentos, estoy libre de esa visión horrenda, de esa visión…

FLORA.-(Apartando el ramaje del fondo de la fuente, asoma su cara risueña y dice melodiosamente.) ¡Nume!

NUMERIANO.-(Levantándose de un salto tremendo. Aparte.) ¡Cuerno!... ¡La visión!

FLORA.-Adorado Nume.

NUMERIANO.-(Con desaliento.) ¡Florita!

FLORA.-(Saliendo, lo mira.) ¡Pero cuán pálido!

NUMERIANO.-(Desfallecido.) Si me sangran, no me sacan un coágulo.

FLORA.-Pues yo, errabunda, hace un rato que de un lado para otro del parterre vago en tu busca. ¿Y tú, amor mío?

NUMERIANO.-¡Yo vago también; pero más vago que tú, me había sentado un instante a delectarme en la contemplación de la noche serena y estrellada!...»

Carlos Arniches
La señorita de Trevélez

17 de mayo de 2015

GESTOS

Una mirada, un gesto,
cambiarán nuestra vida. Cuando actúa mi mano,
tan sin entendimiento y sin gobierno
pero con errabunda resonancia,
y sondea buscando
calor y compañía en este espacio
en donde tantas otras
han vibrado, ¿qué quiere
decir? Cuántos y cuántos gestos como
un sueño mañanero
pasaron. Como esa
casera mueca de las figurillas
de la baraja, aunque
dejando herida o beso, sólo azar entrañable.
Más luminoso aún que la palabra
nuestro ademán como ella
roído por el tiempo, viejo como la orilla
del río, ¿qué
significa?
¿Por qué desplaza el mismo aire el gesto
de la entrega o del robo,
el que cierra una puerta o el que la abre,
el que da luz o apaga?
¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra
que cuando siega,
el del amor que el del asesinato?

Nosotros tan gesteros pero tan poco alegres,
raza que sólo supo
tejer banderas, raza de desfiles,
de fantasías y de dinastías,
hagamos otras señas.
No he de leer en cada palma, en cada
movimiento, como antes. No puedo ahora frenar
la rotación inmensa del abrazo
para medir su órbita
y recorrer su emocionada curva.
No, no son tiempos
de mirar con nostalgia
esa estela infinita del paso de los hombres.
Hay mucho que olvidar
y más aún que esperar. Tan silencioso
como el vuelo del búho, un gesto claro,
de sencillo bautizo,
dirá, en un aire nuevo,
su nueva significación, su nuevo
uso. Yo sólo, si es posible,
pido cuando me llegue la hora mala,
la hora de echar de menos tantos gestos queridos,
tener fuerza, encontrarlos
como quien halla un fósil
(acaso una quijada aún con el beso trémulo)
de una raza extinguida.

Claudio Rodríguez
Alianza y condena

4 de mayo de 2015

Hermosos y malditos

«Él había descubierto en su interior un horror y una soledad crecientes. La idea de comer solo le asustaba: a menudo prefería hacerlo con personas que aborrecía. Viajar, que en otro tiempo le había encantado, le parecía, en último extremo, insoportable, algo con color pero sin sustancia, una caza fantasmal tras la sombra de sus propios sueños.

Si soy esencialmente débil, pensó, necesito un trabajo factible. Le preocupaba la idea de ser, después de todo, nada más que una mediocridad con facilidad de palabra, sin contar siquiera con el aplomo de Maury ni el entusiasmo de Dick. No querer nada parecía una tragedia, y sin embargo quería algo. En ocasiones, durante breves instantes, sabía lo que era: una senda de esperanza que le condujera hacia lo que consideraba una inminente y ominosa ancianidad.»

Francis Scott Fitzgerald
Hermosos y malditos

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