26 de marzo de 2015

El doctor Zhivago

ENCUENTRO

La nieve cubre las veredas
y se acumula en los tejados.
Para estirar las piernas, salgo.
Te miro allí, desde la puerta.

Con abrigo de otoño, sola,
sin el sobrero ni los zocos,
combates contra la congoja
y mascas desleídos copos.

Se esfuman árboles y vallas
en la distancia y la neblina.
Mientras azota la nevada
estás tú sola en una esquina.

Desde tu pañoleta escurre
agua que baja por las mangas;
y sobre tu cabello fulge,
como el rocío en la mañana.

Un mechón rubio te ilumina
y pone luz en los colores
del dulce rostro, la mantilla,
y el abriguito que te pones.

En tus pestañas se derrite
la nieve. Tienes ojos tristes.
Pareces esculpida y hecha
en una sola pieza, entera.

Con una gubia bien templada
en antimonio, se ha grabado
en lo más hondo de mi alma,
de un solo trazo, tu retrato.

Ahí han quedado para siempre
tus rasgos llenos de humildad.
Por eso digo: no me duele
que el mundo actúe con crueldad.

Y se duplica, por lo mismo,
la espesa noche hecha de nieve.
Y entre los dos ya no se puede
trazar un límite preciso.

Mas ¿quiénes, y de dónde, somos
si de aquel tiempo sólo hay humo
de habladurías y nosotros
no estamos más en este mundo?

Borís Pasternak
El doctor Zhivago

22 de marzo de 2015

TE QUIERO

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano tempestuoso;

te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;

te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

Luis Cernuda
La realidad y el deseo

18 de marzo de 2015

Rima XLI


Tú eras el huracán y yo la alta 
torre que desafía su poder:
tenías que estrellarte o que abatirme...
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
tenías que romperte o que arrancarme...
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!


Gustavo Adolfo Bécquer

15 de marzo de 2015

La mujer justa

«Era fiel hasta con los objetos. Quería guardarlo, conservarlo todo. Ése era su lado burgués, el rostro noble de la burguesía. Quería conservar no sólo los objetos sino todo lo que fuese bello, amable, valioso, sensato… Ya sabes… Quería conservar las costumbres, los modos de vida, los muebles, los valores cristianos, los puentes, el mundo tal como lo habían construido las personas con infinito esfuerzo y dedicación, con su ingenio y su sufrimiento, con sus mentes brillantes y sus manos callosas. Para él todo tenía el mismo valor, amaba el mundo y quería protegerlo de algo. A todo esto los hombres lo llaman cultura.»

Sándor Márai
La mujer justa

9 de marzo de 2015

La tregua

«Jueves 28 de febrero

Esta noche conversé con una Blanca casi desconocida para mí. Estábamos solos después de la cena. Yo leía el diario y ella hacía un solitario. De pronto se quedó inmóvil, con una carta en alto, y su mirada era a la vez perdida y melancólica. La vigilé durante unos instantes; luego, le pregunté en qué pensaba. Entonces pareció despertarse, me dirigió una mirada desolada, y, sin poderse contener, hundió la cabeza entre las manos, como si no quisiera que nadie profanara su llanto. Cuando una mujer llora frente a mí, me vuelvo indefenso y, además, torpe. Me desespero, no sé cómo remediarlo. Esta vez seguí un impulso natural, me levanté, me acerqué a ella y empecé a acariciarle la cabeza, sin pronunciar palabra. De a poco se fue calmando y las llorosas convulsiones se espaciaron. Cuando al fin bajó las manos, con la mitad no usada de mi pañuelo le sequé los ojos y le soné la nariz. En ese momento no parecía una mujer de veintitrés años, sino una chiquilla, momentáneamente infeliz porque se le hubiera roto una muñeca o porque no la llevaban al zoológico. Le pregunté si se sentía desgraciada y contestó que sí. Le pregunté el motivo y dijo que no sabía. No me extrañó demasiado. Yo mismo me siento a veces infeliz  sin un motivo concreto. Contrariando mi propia experiencia, dije: “Oh, algo habrá. No se llora por nada”. Entonces empezó a hablar atropelladamente, impulsada por un deseo repentino de franqueza: “Tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz. Miro a Esteban y miro a Jaime y estoy segura de que ellos también se sienten desgraciados. A veces (no te enojes, papá) también te miro a vos y pienso que no quisiera llegar a los cincuenta años y tener tu temple, tu equilibrio, sencillamente porque los encuentro chatos, gastados. Me siento con una gran disponibilidad de energía, y no sé en qué emplearla, no sé qué hacer con ella. Creo que vos te resignaste a ser opaco, y eso me parece horrible, porque yo sé que no sos opaco. Por lo menos, que no lo eras”. Le contesté (¿qué otra cosa podía decirle?) que tenía razón, que hiciera lo posible por salir de nosotros, de nuestra órbita, que me gustaba mucho oírla gritar esa inconformidad, que me parecía estar escuchando un grito mío, de hace muchos años. Entonces sonrió, dijo que yo era muy bueno y me echó los brazos al cuello, como antes. Es una chiquilina todavía.»

Mario Benedetti
La tregua

5 de marzo de 2015

Hamlet

«POLONIO
¿Aún aquí, Laertes? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!
El viento ya ha hinchado tus velas, y están
esperándote. Llévate mi bendición
y graba en tu memoria estos principios:
no le prestes lengua al pensamiento,
ni lo pongas por obra si es impropio.
Sé sociable, pero no con todos.
Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu mano agasajando
al primer conocido que te llegue.
Guárdate de riñas, pero, si peleas,
haz que tu adversario se guarde de ti.
A todos presta oídos; tu voz, a pocos.
Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.
Viste cuan fino permita tu bolsa,
mas no estrafalario; elegante, no chillón,
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto.
Ni tomes ni des prestado, pues dando
se suele perder préstamo y amigo,
y tomando se vicia la buena economía.
Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue, como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie.
Adiós. Mi bendición madure esto en ti.»


William Shakespeare
Hamlet

1 de marzo de 2015

The Boy with Nails in His Eyes


The Boy with Nails in His Eyes
put up his aluminum tree.
It looked pretty strange
because he couldn’t really see.

Tim Burton
The Melancholy Death of Oyster Boy & Other Stories

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