«De todo lo expuesto debemos
concluir que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la “raza”
de los hombres decentes y la raza de los hombres indecentes. Ambas se
entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo social
se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. En este sentido,
ningún grupo es de “pura raza”. Por eso, a veces, asomaba entre los guardias
alguna persona decente.
La vida en un campo de
concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz sus abismos más
escondidos. ¿Puede sorprender que a ese nivel de profundidad encontremos
cualidades humanas que, en su íntima naturaleza, estén compuestas de bien y de
mal? La frontera que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa a
todo ser humano, fondea en las honduras del alma y hasta allí penetró el bisel
de los sufrimientos soportados en un campo de concentración.
La Historia nos brindó la
oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación.
¿Quién es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que inventó las cámaras de gas, pero
también es el ser que entró en ellas con paso firme y musitando una oración.»
Viktor Frankl
El hombre en busca de sentido