30 de marzo de 2012

La zapatera prodigiosa

“ALCALDE - ¿En el trabajo?
ZAPATERO – En el trabajo, señor Alcalde.
ALCALDE - ¿Mucho dinero?
ZAPATERO – El suficiente.
(El ZAPATERO sigue trabajando. El ALCALDE mira curiosamente a todos lados.)
ALCALDE – Tú no estás bueno.
ZAPATERO (Sin levantar la vista) - No.
ALCALDE – La mujer.
ZAPATERO (Asintiendo) – La mujer.
ALCALDE (Sentándose) – Eso tiene casarse a tu edad… A tu edad se debe ya estar viudo… de una como mínimum… Yo estoy de cuatro: Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última; buenas mozas todas, aficionadas al baile y al agua limpia. Todas sin excepción han probado esta vara repetidas veces. En mi casa… en mi casa, coser y cantar.
ZAPATERO – Pues ya está usted viendo qué vida la mía. Mi mujer… no me quiere. Habla por la ventana con todos. Hasta con don Mirlo, y a mí se me está encendiendo la sangre.
ALCALDE (Riendo) – Es que ella es una chiquilla alegre; eso es natural.
ZAPATERO – Ca. Estoy convencido… yo creo que esto lo hace por atormentarme. Porque estoy seguro… ella me odia. Al principio creí que la dominaría con mi carácter dulzón y mis regalillos, collares de coral, cintillos, peinetas de concha… hasta unas ligas. Pero ella… ella es siempre ella.
ALCALDE – Y tú siempre tú, ¡qué demonio! Vamos, lo estoy viendo y me parece mentira cómo un hombre, lo que se dice un hombre, no se puede meter en cintura, no una, sino ochenta hembras. Si tu mujer habla por la ventana con todos, si tu mujer se pone agria contigo, es porque tú quieres, porque tú no tienes arranque. A las mujeres, buenos apretones en la cintura, pisadas fuertes y la voz siempre en alto, y si con esto se atreven a hacer quiquiriquí, la vara, no hay otro remedio. Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última, te lo pueden decir desde la otra vida, si es que por casualidad están allí.”


Federico García Lorca
La zapatera prodigiosa

29 de marzo de 2012

La aventura del tocador de señoras

“Se preguntarán ustedes cómo he podido tener tanto éxito con los hombres sin valer gran cosa. No tiene mérito. Los hombres son muy exigentes a la hora de emitir juicios estéticos sobre las mujeres, pero a la hora de la verdad, se conforman con cualquier cosa. Cuando descubrí esto, mi vida se volvió mucho más interesante. No me importa admitir que he utilizado a los hombres.”


Eduardo Mendoza
La aventura del tocador de señoras

28 de marzo de 2012

Coplas a la muerte de su padre

"Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo passado
fue mejor.

[...]

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.

[...]

Este mundo es el camino
para el otro, qu’es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar;
partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
assí que cuando morimos
descansamos.

[...]

Ved de cuánd poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos,
d’ellas deshaze la edad,
d’ellas casos desastrados
que acaecen,
d’ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

Decidme: La hemosura
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal
de su juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

[...]

Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
assí que non hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
e perlados,
assí los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganado.

[...]

¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los Infantes d’Aragón
¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿Qué fue de tanta invinción
que truxeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
e cimeras?"


Jorge Manrique
Coplas a la muerte de su padre

27 de marzo de 2012

Crimen y castigo

«Los imprevistos y decisivos acontecimientos del día anterior lo gobernaban de un modo poco menos que automático. Era como si alguien le llevara de la mano y le arrastrara con una fuerza irresistible, ciega, sobrehumana; como si un pico de sus ropas hubiera quedado prendido en un engranaje y él sintiera que su propio cuerpo iba a ser atrapado por las ruedas dentadas.»


Fiodor Dostoievski
Crimen y castigo

24 de marzo de 2012

La voluntad


«¡El progreso! ¡Qué nos importan las generaciones futuras! Lo importante es nuestra vida, nuestra sensación momentánea y actual, nuestro yo, que es un relampagueo fugaz. Además, el progreso es inmoral, es una colosal inmoralidad, porque consiste en el bienestar de unas generaciones a costa del trabajo y del sacrificio de las anteriores.»

Azorín entra en la calle de los Estudios. Pasa por la misma una mujer con dos niños. Y Azorín piensa:

«No sé qué estúpida vanidad, qué monstruoso deseo de inmortalidad, no lleva a continuar nuestra personalidad más allá de nosotros. Yo tengo por la obra más criminal esta de empeñarnos en que prosiga indefinidamente una humanidad que siempre ha de sentirse estremecida por el dolor: por el dolor del deseo incumplido, por el dolor, más angustioso todavía, del deseo satisfecho… Podrán llegar los hombres al más alto grado de bienestar, ser todos buenos, ser todos inteligentes…, pero no serán felices; porque el tiempo, que se lleva la juventud y la belleza, trae a nosotros la añoranza melancólica por las pasadas agradables sensaciones. Y el recuerdo será siempre fuente de tristeza. Yo de mí sé decir que nada hay que tanto me contriste como volver a ver un lugar –una casa, un paisaje- que frecuenté en mi adolescencia; ni nada que ponga tanta amargura en mi espíritu como observar cómo ha ido envejeciendo…, cómo ha perdido el brillo de los ojos, y la flexibilidad de sus miembros, y la gallardía de sus movimientos… la mujer que yo amé secreta y fugazmente siendo muchacho. ¡Todo pasa brutalmente, inexorablemente! Y yo veo junto a esta mujer deforme, lenta, inexpresiva…, un gesto, una mirada, un movimiento de la muchacha de antaño…, su modo peculiar de sonreír entornando los ojos titileantes, su manera de decir no, su expresión deliciosamente grave al hacer una confidencia… ¡Y todo este resurgimiento instintivo me llena de una tristeza casi anhelante! Y pienso en una inmensa Danza de la Muerte, frenética, ciega, que juega con nosotros y nos lleva a la nada… Los hombres mueren, las cosas mueren. Y las cosas me recuerdan los hombres, las sensaciones múltiples de esos hombres, los deseos, los caprichos, las angustias, las voluptuosidades de todo un mundo que ya no es.»


Azorín
La voluntad

22 de marzo de 2012

Wilt

«Eva Wilt se levantó y se quedó allí plantada con la lluvia cayéndole por la cara, y mientras estaba allí plantada desaparecieron y se esfumaron de pronto todas las ilusiones que la había sostenido a lo largo de la semana. Se vio a sí misma como una mujer gorda y tonta que había dejado a su marido para perseguir una elegancia que era falsa y vulgar y que se basaba en la cháchara fácil y en el dinero.»

Tom Sharpe
Wilt

20 de marzo de 2012

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
                                entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                     Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti.
                                    Eres.
                                          Me basta).


Ángel González
Palabra sobre palabra

18 de marzo de 2012

Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros


«Es curiosa la credulidad con que son recibidas las expresiones proverbiales, tanto las acertadas como los refranes que expresan algo notoriamente falso o equívoco: la zorra no es más astuta que otras fieras y es mucho más estúpida que el lobo o el perro. La paloma no es tan pacífica como se pregona. Y, respecto a los peces, la sabiduría popular sólo divulga mentiras. No son de “sangre fría” como se dice, ni viven tan felices y despreocupados como haría suponer la expresión “como pez en el agua”.

En realidad no hay otro grupo de animales que, incluso en plena Naturaleza, sufra tantas enfermedades contagiosas como los peces. Nunca he visto un ave, un lagarto o un mamífero que haya traído con él alguna enfermedad contagiosa a mi colección de animales; en cambio, es forzoso tener previamente a cada nuevo pez en un acuario de cuarentena. Si no se hace así, se puede apostar ciento contra uno a que en poco tiempo los temibles puntitos blancos, signo de la infección con los Ichthyphtirius parásitos, harán su aparición sobre las aletas de los más antiguos habitantes del acuario.

Y, contrariamente a la creencia popular respecto a la falta de ardor de los peces, ningún otro animal prodiga tanto los besos como algunas de sus especies.»


Konrad Lorenz
Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros

16 de marzo de 2012

DEBO SER ALGO TONTO

DEBO ser algo tonto
porque a veces me ocurre que me pongo a hablar solo,
y digo cosas locas,
digo nombres bonitos de muchachas y barcos
o títulos de libros que nadie ha escrito nunca.
Debo ser algo tonto.

Babeo, grito y lloro.

Los verbos absolutos me llenan de ternura
y esas vocales sueltas, inútiles, redondas,
que vuelan para nada,
me elevan boquiabierto hacia no sé qué gozos.
Soy feliz y, por eso, también un poco tonto.





Gabriel Celaya
Tranquilamente hablando

13 de marzo de 2012

El burlador de Sevilla


«MÚSICOS
   “Adviertan los que de Dios
   juzgan los castigos grandes
   que no hay plazo que no llegue
   ni deuda que no se pague”.
CATALINÓN
   Malo es esto, vive Cristo,
   que he entendido este romance,
   y que con nosotros habla.
JUAN
   Un hielo el pecho me abrase.
Canten
MÚSICOS
   “Mientras en el mundo viva,
   no es justo que diga nadie
   ¡qué largo me lo fiáis!,
   Siendo tan breve el cobrarse”.
CATALINÓN
   ¿De qué es este guisadillo?
GONZALO
   De uñas.
CATALINÓN
   De uñas de sastre
   será, si es guisado de uñas.
JUAN
   Ya he cenado, haz que levanten
   la mesa.
GONZALO
   Dame esa mano.
   No temas, la mano dame.
JUAN
   ¿Eso dices? ¿Yo temor?
   ¡Que me abraso! No me abrases
   con tu fuego.
GONZALO
   Éste es poco
   para el fuego que buscaste.
   Las maravillas de Dios
   son, don Juan, investigables,
   y así quiere que tus culpas
   a manos de un muerto pagues,
   y, si pagas de esta suerte
   las doncellas que burlaste,
   ésta es justicia de Dios.
   Quien tal hace, que tal pague.
JUAN
   ¡Que me abraso, no me aprietes!
   Con la daga he de matarte,
   mas, ¡ay, que me canso en vano
   de tirar golpes al aire!
   A tu hija no ofendí,
   que vio mis engaños antes.
GONZALO
   No importa, que ya pusiste
   tu intento.
JUAN
   Deja que llame
   quien me confiese y absuelva.
GONZALO
   No hay lugar, ya acuerdas tarde.
JUAN
   ¡Que me quemo! ¡Que me abraso!
   Muerto soy.»


Tirso de Molina
El burlador de Sevilla

11 de marzo de 2012

Lo mejor que le puede pasar a un cruasán

«En lo que a mi respecta, no encuentro nada más zafio que besarle la mano a una mujer (a menos que la mujer en cuestión acabe de darse crema de Pons y no quede otro recurso para evitar besarla en la cara), pero la experiencia me dice que a las pánfilas de las mujeres les encanta. Se merecen que las traten como a objetos sexuales, por bobas.»


Pablo Tusset
Lo mejor que le puede pasar a un cruasán

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