24 de marzo de 2011

El doctor Zhivago


“Me parece que sólo puedo sentirme moralmente celoso de una persona innoble y extraña. La rivalidad con un ser superior me suscita otra clase de sentimientos. Si un hombre espiritualmente cercano a mí, por el cual sintiera afecto, amase a la misma mujer a quien yo amara, experimentaría por él un sentimiento de dolorosa solidaridad, no de contraste ni aversión. Evidentemente, con él no podría conversar ni siquiera un instante sobre la persona amada, pero sería un sufrimiento distinto totalmente de los celos, no tan violento ni tan sanguinario. Lo mismo me sucedería con respecto a un artista que con la superioridad de su ingenio llegase más lejos que yo en obras afines a las mías. Probablemente renunciaría a mis intentos, ya superados por sus hallazgos. Pero divago. Creo que no te querría tanto, si no tuvieras algo que te hiciese sufrir, algo que lamentar. No suelo querer a los que siempre han tenido razón, que no han caído jamás, que nunca se torcieron. La suya es una virtud apagada, de poco valor. A ellos no se les revela la belleza de la vida.”

Borís Pasternak
El doctor Zhivago

21 de marzo de 2011

El capitán Alatriste


“Por esa época, Angélica de Alquézar debía de tener once o doce años, y ya era un prometedor anuncio de la espléndida belleza en que se convertiría más tarde, y de la que dio buena cuenta el propio Velázquez en el cuadro famoso para el que ella posaría tiempo después, hacia 1635. Pero más de una década antes, en aquellas mañanas de marzo que precedieron a la aventura de los ingleses, yo ignoraba la identidad de la jovencita, casi niña, que cada dos o tres días recorría en carroza la calle de Toledo, en dirección a la Plaza Mayor y el Palacio Real, donde –supe más tarde- asistía a la reina y las princesas jóvenes como menina, merced a la posición de su tío el aragonés Luis de Alquézar, a la sazón uno de los más influyentes secretarios del rey. Para mí, la jovencita rubia de la carroza era sólo una visión celestial, maravillosa, tan lejos de mi pobre condición mortal como podían estarlo el sol o la más bella estrella de esa esquina de la calle de Toledo, donde las ruedas del carruaje y las patas de las mulas salpicaban de barro, altaneras, a quienes se cruzaban en su camino.”

Arturo Pérez-Reverte, Carlota Pérez-Reverte
El capitán Alatriste

Retrato de la infanta Margarita con vestido azul, de Velázquez

20 de marzo de 2011

Genji Monogatari


“A un clavel silvestre que roza un lecho vacío con sus mangas húmedas de rocío,
el otoño y la tristeza de sus tormentas han llegado demasiado pronto.”


Murasaki Shikibu
Genji Monogatari

14 de marzo de 2011

NOCHE DE INVIERNO


Cubrió hasta el último rincón de tierra
la nieve en su ventisca.
Sobre la mesa ardía una candela.
Sobre la mesa ardía.

Como vuela un enjambre en el verano
en torno de una llama,
revoloteaban copos en el patio
y contra la ventana.

En los cristales, círculos y flechas
la tormenta esculpía.
Sobre la mesa ardía una candela.
Sobre la mesa ardía.

Se posaban las sombras en lo alto
del techo iluminado.
Cruzadas piernas y cruzados brazos
y destinos cruzados.

Un par de zapatillas contra el suelo
golpeó haciendo ruido.
Sus lágrimas de cera el candelero
vertía en el vestido.

Y todo se esfumaba entre la niebla
blanca, canosa y nívea.
Sobre la mesa ardía una candela.
Sobre la mesa ardía.

Un hálito sopló sobre la flama.
La febril tentación
extendió como un ángel sus dos alas
y una cruz dibujó.

Todo febrero duró la tormenta.
Y mientras se abatía,
sobre la mesa ardía una candela.
Sobre la mesa ardía.


Borís Pasternak
El doctor Zhivago

Imagen de Valerius de Saedeleer

13 de marzo de 2011

Crónica de una muerte anunciada


«El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. “Siempre soñaba con árboles”, me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato. “La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros”, me dijo. Tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas que precedieron a su muerte.»


Gabriel García Márquez
Crónica de una muerte anunciada

Vistas de página en total

Con la tecnología de Blogger.
emerge © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.