30 de junio de 2010

Noches blancas


«En este instante recuerdo, por ejemplo, que hace un año justo anduve por la misma acera, y en esa misma hora, tan solo y triste como hoy. Y recuerdo que mis pensamientos de entonces eran igualmente triste que los de ahora, y aunque tampoco el ayer fuera mejor, nos parece que sí lo fue, como si hubiéramos vivido más plácidamente, y no hubiésemos tenido encima del alma esa vaga melancolía que ahora nos persigue...; que no hemos sentido esos remordimientos de conciencia, que nos atormentan de un modo tan doloroso e incansable, y no nos dejan gustar un instante de reposo ni de día ni de noche. Y mueve uno la cabeza y murmura: “¡Qué rápidos pasan los años!”. Y torna uno a preguntarse:


“¿Qué hiciste en tus años? ¿Dónde enterraste tu tiempo? ¿Es que siquiera viviste? ¿O no?”. “Mira, se dice uno a sí mismo; mira que frío hace en el mundo. Pasarán aún algunos años, y entonces vendrá la espantosa soledad, vendrá con sus muletas la vejez temblona, trayendo consigo la tristeza y el dolor. Perderá sus colores tu fantástico mundo, se mustiarán y morirán tus sueños, y cual la amarilla hoja del árbol, asimismo se desprenderán de ti...”»

Fiódor M. Dostoyevski
Noches blancas

29 de junio de 2010

El Principito

“Y volvió hacia el zorro:
-Adiós –dijo.
-Adiós –dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa... –dijo el principito, a fin de acordarse.
-Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa... –repitió el principito, a fin de acordarse.”


Antoine de Saint-Exupéry
El Principito

28 de junio de 2010

Niebla

"Probablemente no nace el amor sino al nacer los celos; son los celos los que nos revelan el amor. Por muy enamorada que esté una mujer de un hombre, o un hombre de una mujer, no se dan cuenta de que lo están, no se dicen a sí mismos que lo están, es decir, no se enamoran de veras sino cuando él ve que ella mira a otro hombre o ella le ve a él mirar a otra mujer. Si no hubiese más que un solo hombre, y una sola mujer en el mundo, sin más sociedad, sería imposible que se enamorase uno de otro. Además de que hace siempre falta la tercera, la Celestina, y la Celestina es la sociedad."



Miguel de Unamuno
Niebla

27 de junio de 2010

PASION

Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos
a las heridas tibias con besos, besos... Ellos
que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.

Tal ímpetu me come la entrañas, que sorbo
tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,
te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.

Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,
y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

Antonio Carvajal
Tigres en el jardín

26 de junio de 2010

La carretera

“No había visto un fuego en mucho tiempo, eso es todo. Vivo como un animal. Ni le cuento las cosas que he llegado a comer. Cuando vi al chico creí que me había muerto.

¿Pensó que era un ángel?

No sabía que era. Pensaba que nunca volvería a ver un niño. No sabía qué iba a pasar.

¿Y si le dijera que es un dios?

El viejo sacudió la cabeza. Yo ya he superado todo eso. Hace muchos años. Donde los hombres no pueden vivir a los dioses no les va mucho mejor. Es preferible estar solo. O sea que espero que no sea verdad eso que ha dicho porque coincidir en la carretera con el último dios sería terrible y por eso confío en que no sea verdad. Las cosas mejorarán cuando todo el mundo haya desaparecido.

¿Desaparecerán todos?

Seguro que sí.

¿Mejor para quién?

Para todos.

Todos.

Claro. Así estaremos mejor. Podremos respirar más libremente.

Eso no vendría mal.

Desde luego. Cuando todos hayamos desparecido entonces al menos no quedará nadie aquí salvo la muerte y sus días también estarán contados. En medio de la carretera sin nada que hacer y nadie a quien hacérselo. Dirá la muerte: ¿Adónde se han ido todos? Y así es como será. ¿Qué hay de malo?”

Cormac McCarthy
La carretera

Imagen: Robert Duvall en The Road.

25 de junio de 2010

Rebelión en la granja

“Veamos, camaradas: ¿Cuál es la realidad de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nuestras vidas son miserables, laboriosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para mantenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obligan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y en el preciso instante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. Ningún animal en Inglaterra conoce el significado de la felicidad o la holganza después de haber cumplido un año de edad. No hay animal libre en Inglaterra. La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad.”

[...]

“¿Por qué, entonces, continuamos en esta mísera condición? Porque los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto de nuestro trabajo. Ahí está, camaradas, la respuesta a todos nuestros problemas. Todo está explicado en una sola palabra: el Hombre. El hombre es el único enemigo real que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para siempre.

El hombre es el único ser que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales.”

George Orwell
Rebelión en la granja

24 de junio de 2010

Sancho Panza en la ínsula

“BUSCONA.- ¡Justicia, señor gobernador, justicia! Si no la hallo en la tierra, tendré que pedirla al cielo. ¡Justicia contra este infame!

SANCHO.- Justicia habrá para todos mientras yo tenga esta vara. Pero hablad más bajo, que si no, no oigo. ¿Qué pleito es el vuestro?

B - ¡Ay, señor gobernador de mi ánima! ¡Ay, desdichada de mí! ¿Cuándo se vio en esta ínsula semejante injuria a una doncella?

S – Paso a paso, señora, que no es más fuerte la razón porque se diga a gritos. Quedaos a este lado; pasad vos al otro, buen hombre. Ahora habladme por este oído; y no me lloréis más, que en cojera de perro y llanto de mujer nunca hay que creer. ¿Cuál es vuestra queja?

B – Mire si es desafuero, señor gobernador. Yo soy una honesta doncella, limpia hasta hoy de moros y cristianos, dura con los galanes como un alcornoque y entera entre ellos como la salamanquesa en el fuego. Este mal hombre topó conmigo a solas en mitad de ese campo, y abusando de mi soledad y desamparo, se aprovechó de mi cuerpo como de trapo tendido, arrebatándome por la fuerza lo que desde hace veintitrés años tenía tan guardado. ¡Vea vuestra merced si tengo razón para clamar al cielo y pedir justicia a gritos!

S - ¿Habéis terminado? Veamos ahora. ¿Qué respondéis vos a la querella de esta mujer?

GANADERO.- Digo, señor, que una parte es verdad y otra mentira, y que no tiene razón contra mí. Yo soy un pobre tratante de ganado de cerda. Esta mañana llegué al lugar a vender –con perdón sea dicho- cuatro cochinos, que por cierto me llevaron de impuestos y alcabalas casi lo que valían. Volvíame a mi aldea, topé de paso a esta mujer. Y yo mozo..., ella bien parecida..., el camino sin gente... En fin, señor gobernador...

S – Entendido; que el hombre es fuego y la mujer estopa, y luego viene el diablo y sopla. Adelante.

G – Pues, en efecto: que yo la miré..., que ella me miró..., y vino el diablo y... (Sopla fuerte y largo) Pero juro por mi alma, señor gobernador, que yo no le hice fuerza ninguna; que todo fue de buena voluntad y con su pago, y que hasta me aceptó como regalo unos zarcillos de plata. De modo que ésta es la única verdad, y todo lo demás superchería.

B - ¡Habráse visto desvergüenza! ¡Injuria sobre injuria! Pobres doncellas desvalidas, ¿qué será de nosotras si la vara de la justicia no nos socorre?

S - ¡Silencio ya! Basta de palabras y de gemidicos.

CRONISTA.- ¿Cuál es vuestra sentencia?

S - Difícil negocio es éste. Veamos, buen hombre, ¿lleváis algún dinero encima?

G – Veinte ducados de plata en esta bolsa. Son toda mi fortuna.

S – Traed acá- Y vos, buena mujer, ¿os conformaríais con estos veinte ducados como pago por el mal que este hombre os ha hecho?

B – ¡Veinte ducados de plata! ¡Oh, gracias, señor gobernador! Dios os premie por la justicia que me hacéis, Dios aumente esa vida que así defiende a los menesterosos y guarda la virtud de las doncellas. ¡Gracias mil veces, señor gobernador!

MAYORDOMO.- Paréceme, señor, que esta vez no os han guiado el pulso y el ingenio que en los otros juicios pusisteis. Pronto os ablandaron las lágrimas de mujer.

S – Callad y no juzguéis nunca hasta el fin, que este pleito no ha hecho más que empezar. Ahora sabremos la verdad. Buen hombre, ¿habéis oído la sentencia?

G – Por mi mal la oí, que aquella bolsa era toda mi riqueza y el pan de mi casa.

S – Pues bien, corred detrás de esa mujer, quitadle la bolsa y volver acá con ella.

G - ¿Quitarle la bolsa?

S – Y ahora mismo. ¿O necesitáis que os lo diga otra vez?

G – Pierda cuidado, que ni a tonto ni a sordo se lo ha dicho. (Corre tras ella) ¡Eh, buena mujer! ¡Alto en nombre de la ley! ¡Alto!

M – Cómo, señor, ¿ahora os volvéis atrás?

S – Silencio, que yo me entiendo, y a perro viejo no hay tus-tus. Lo que sea no ha de tardar en sonar.

B - ¡Justicia de Dios y del mundo! ¡Al ladrón, al ladrón! (Entra el Ganadero, ambos aferrados a la bolsa que disputan hasta que vence la mujer, cayendo el ganadero medio derribado) ¡Mire la poca vergüenza y el poco temor de este desalmado, que en vuestro palacio mismo me ha querido quitar la bolsa que vuestra justicia mandó darme!

S – Pero ¿os la ha quitado?

B - ¿Quitar? Primero me dejaría yo arrancar la vida. ¡Pues bonita es la niña! Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serían bastantes a sacármela de entre las uñas. ¡Antes me sacarían el alma de en mitad de las carnes!

S – Así se hace, valiente mujer. Venga acá esa bolsa.

B – Pero, señor gobernador...

S - ¡Venga he dicho! ¿De dónde habéis sacado tantas fuerzas, hermana? Yo os juro que si el mismo aliento y valor que habéis mostrado ahora para defender la bolsa lo hubierais mostrado antes para defender vuestra honra, no habría fuerza en la tierra que pudiera contra vos. Andad enhoramala, embustera, y no me paréis en toda esta ínsula, so pena de doscientos azotes. ¡Largo! Y vos, buen hombre, tomad vuestros ducados y volveos a casa sin parar con nadie en el camino."



Alejandro Casona
Sancho Panza en la ínsula

23 de junio de 2010

RIMA XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti: no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No: no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh, ven; ven tú!

Gustavo Adolfo Bécquer
Rimas

22 de junio de 2010

El señor de las moscas

“—¿Quién cree que Ralph no debe ser el jefe?

Miró con esperanza a los muchachos agrupados en torno suyo, que habían quedado atónitos. Hubo un silencio absoluto bajo las palmeras.

—Que levanten las manos —dijo Jack con firmeza— los que no quieren que Ralph sea el jefe.

El silencio continuó, suspenso, grave y avergonzado.

El rostro de Jack fue perdiendo color poco a poco, para recobrarlo después en un brote doloroso. Se mordió los labios y volvió la cabeza a un lado, evitando a sus ojos el bochorno de unirse a la mirada de otro.

—¿Cuántos creen…?

Su voz cedió. Las manos que sostenían la caracola temblaron. Tosió y alzó la voz:

—Muy bien.

Con extremado cuidado dejó la caracola en la hierba, a sus pies. Lágrimas de humillación corrían de sus ojos.

—No voy a seguir más este juego. No con vosotros.

La mayoría de los muchachos habían bajado la vista, fijándola en la hierba o en sus pies. Jack volvió a toser.

—No voy a seguir en la pandilla de Ralph…

Recorrió con la mirada los troncos a su derecha, contando los cazadores que una vez fueron coro.

—Me voy por mi cuenta. Que atrape él sus cerdos. Si alguien quiere cazar conmigo, puede venir también.

Con pasos torpes salió del triángulo, hacia el escalón que llevaba hasta la blanca arena.

—¡Jack!

Jack se volvió y miró a Ralph. Calló por un momento y luego lanzó un grito estridente y furioso:

—...¡No!

Saltó de la plataforma y corrió por la playa sin hacer caso de las copiosas lágrimas que iba derramando; Ralph le siguió con la mirada hasta que se adentró en el bosque.”

William Golding
El señor de las moscas

21 de junio de 2010

Lobo estepario

“Erase una vez un individuo, de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario. Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfecho de sí mismo y de su vida.”

Hermann Hesse
Lobo estepario

12 de junio de 2010

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(Tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
“Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno”.


Luis Alberto de Cuenca
El hacha y la rosa

11 de junio de 2010

FIN DEL MUNDO DEL FIN

“Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas. Cada vez más los países serán de escribas y de fábricas de papel y tinta, los escribas de día y las máquinas de noche para imprimir el trabajo de los escribas. Primero las bibliotecas desbordarán de las casas, entonces las municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar los terrenos de juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los teatros, las maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales. Los pobres aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen paredes de libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que los libros rebasan las ciudades y entran en los campos, van aplastando los trigales y los campos de girasol, apenas si la dirección de vialidad consigue que las rutas queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros. A veces una pared cede y hay espantosas catástrofes automovilísticas. Los escribas trabajan sin tregua porque la humanidad respeta las vocaciones y los impresos llegan ya a orillas del mar. El presidente de la república habla por teléfono con los presidentes de las repúblicas, y propone inteligentemente precipitar al mar el sobrante de libros, lo cual se cumple al mismo tiempo en todas las costas del mundo. Así los escribas siberianos ven sus impresos precipitados al mar glacial, y los escribas indonesios etcétera. Esto permite a los escribas aumentar su producción, porque en la tierra vuelve a haber espacio para almacenar sus libros. No piensan que el mar tiene fondo, y que en el fondo del mar empiezan a amontonarse los impresos, primero en forma de pasta aglutinante, después en forma de pasta consolidante, y por fin como un piso resistente aunque viscoso que sube diariamente algunos metros y que terminará por llegar a la superficie. Entonces muchas aguas invaden muchas tierras, se produce una nueva distribución de continentes y océanos, y presidentes de diversas repúblicas son sustituidos por lagos y penínsulas, presidentes de otras repúblicas ven abrirse inmensos territorios a sus ambiciones etcétera. El agua marina, puesta con tanta violencia a expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose con los impresos para formar la pasta aglutinante, al punto que un día los capitanes de barcos de las grandes rutas advierten que los barcos avanzan lentamente, de treinta nudos bajan a veinte, a quince, y los motores jadean y las hélices se deforman. Por fin todos los barcos se detienen en distintos puntos de los mares, atrapados por la pasta, y los escribas del mundo entero escriben millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran alegría. Los presidentes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas y casinos donde orquestas típicas y características amenizan el ambiente climatizado y se baila hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos impresos se amontonan a orillas del mar, pero es imposible meterlos en la pasta, y así crecen murallas de impresos y nacen montañas a orillas de los antiguos mares. Los escribas comprenden que las fábricas de papel y tinta van a quebrar, y escriben con letra cada vez más menuda, aprovechando hasta los rincones más imperceptibles de cada papel. Cuando se termina la tinta escriben con lápiz etcétera; al terminarse el papel escriben en tablas y baldosas etcétera. Empieza a difundirse la costumbre de intercalar un texto en otro para aprovechar las entrelíneas, o se borra con hojas de afeitar las letras impresas para usar de nuevo el papel. Los escribas trabajan lentamente, pero su número es tan inmenso que los impresos separan ya por completo las tierras de los lechos de los antiguos mares. En la tierra vive precariamente la raza de los escribas, condenada a extinguirse, y en el mar están las islas y los casinos o sea los transatlánticos donde se han refugiado los presidentes de las repúblicas, y donde se celebran grandes fiestas y se cambian mensajes de isla a isla, de presidente a presidente, y de capitán a capitán."

Julio Cortázar
Historias de cronopios y de famas

10 de junio de 2010

RIMA X

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada.
Oigo flotando en olas de armonías
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
Es el amor que pasa!

Gustavo Adolfo Bécquer
Rimas

9 de junio de 2010

Oliver Twist

“Agitóse el muchacho y sonrió en sueños, cual si aquellas muestras de piedad y de compasión hubiesen hecho nacer en él la agradable ilusión de un amor y un afecto nunca sentidos. De igual modo el sonar de una dulce melodía, el murmullo del agua en un lugar silencioso, el aroma de una flor y hasta en sonido de una palabra conocida traen, a veces, vagos recuerdos de escenas que no existieron jamás en esta vida, que se desvanecen como un soplo, acaso despiertos por el breve rememorar de una existencia más feliz, desaparecida hace tiempo, y que no lograría hacer volver ningún voluntario esfuerzo de la imaginación.”


Charles Dickens
Oliver Twist

8 de junio de 2010

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribes, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.


Antonio Machado
Campos de Castilla

7 de junio de 2010

La luciérnaga

“—No puedo hablar bien —me explicó Naoko—. Últimamente me pasa mucho. De verdad que no puedo hablar bien. Cuando intento decir algo, sólo se me ocurren palabras que no vienen a cuento. Que no vienen a cuento o que expresan todo lo contrario de lo que quiero decir. Y, si intento corregirlo, me lío más aún, y más equivocadas son las palabras. Y al final acabo por no saber qué quería decir al principio. Es como si tuviese el cuerpo dividido por la mitad y las dos partes estuviesen jugando a perseguirse. La sensación es ésa. En medio hay una columna muy gruesa, ¿sabes?, y las dos partes van dando vueltas a su alrededor jugando a perseguirse. Una parte de mí tiene la palabra adecuada, pero la otra parte nunca puede atraparla de ninguna de las maneras.”


Haruki Murakami
Sauce ciego, mujer dormida

6 de junio de 2010

La muerte en Venecia

“No esperaba encontrarse allí con la querida aparición, que lo cogió desprevenido y no le dio tiempo de consolidar una expresión de calma y dignidad en su semblante. La alegría, la sorpresa y la admiración debieron de reflejarse claramente en él cuando su mirada se cruzó con la del añorado ausente, y en ese mismo instante Tadzio sonrió: le sonrió entreabriendo poco a poco los labios en una sonrisa elocuente, familiar, franca y seductora. Era la sonrisa de Narciso inclinado sobre el espejo del agua, esa sonrisa larga, profunda y hechizada que acompaña el gesto de tender los brazos hacia el reflejo de su propia belleza; esa sonrisa que se contrae muy levemente ante el desesperado esfuerzo por besar los dulces labios de su sombra; una sonrisa coqueta, curiosa y un tanto atormentada, diluida y delusoria”.


Thomas Mann
La muerte en Venecia

5 de junio de 2010

Yerma

YERMA - ¡María! ¿Por qué pasas tan de prisa por mi puerta?
MARÍA – Cuando voy con el niño lo hago... ¡Como siempre lloras!
Y – Tienes razón.
M – Me da tristeza que tengas envidia.
Y – No es envidia lo que tengo; es pobreza.
M – No te quejes.
Y - ¡Cómo no me voy a quejar cuando te veo a ti y a las otras mujeres llenas por dentro de flores, y viéndome yo inútil en medio de tanta hermosura!
M – Pero tienes otras cosas. Si me oyeras, podrías ser feliz.
Y – La mujer de campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala, a pesar de que yo sea de este desecho dejado de la mano de Dios. Tómalo, contigo está más a gusto. Yo no debo tener manos de madre.
M - ¡Por qué dices esto!
Y – Porque estoy harta. Porque estoy harta de tenerlas y no poderlas usar en cosa propia. Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento los golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño.


Federico García Lorca
Yerma

4 de junio de 2010

El rayo verde

“En aquel momento todos sus pensamientos iban dirigidos a la señorita Campbell. De todos los peligros que había corrido, voluntariamente, es cierto, ya no se acordaba. De lo único que se acordaba de aquella noche horrible, era de las horas pasadas al lado de Elena, en aquel hueco oscuro, cuando la protegía con sus brazos del furor de las olas. Volvía a ver el rostro de aquella bella muchacha, más pálido por la fatiga que por el temor y volvía a oír su voz conmovida que le decía: «¡Cómo!, ¿ya lo sabía usted?», cuando él le había dicho: «Yo sé lo que hizo usted cuando iba a ahogarme en el abismo de Corryvrekan». Se imaginaba de nuevo en aquella estrecha gruta, dentro de la cual, queriéndose sin decírselo, habían sufrido y luchado uno al lado del otro durante largas horas. Allí habían dejado de ser el señor Sinclair y la señorita Campbell. Se habían llamado naturalmente Olivier y Elena, como si, en el momento en que la muerte les amenazaba, hubieran querido nacer a una nueva vida.”


Julio Verne
El rayo verde

3 de junio de 2010

La tía Tula

“Gertrudis se sintió siempre sola. Es decir, sola para que la ayudaran, porque para ayudar ella a los otros no, no estaba sola. Era como una huérfana cargada de hijos. Ella sería el báculo de todos los que la rodearan; pero si sus piernas flaquearan, si su cabeza no le mantuviese firme en su sendero, si su corazón empezaba a bambolear y enflaquecer, ¿quién la sostendría a ella?, ¿quién sería su báculo? Porque ella, tan henchida del sentimiento, de la pasión mejor, de la maternidad, no sentía la filialidad. «¿No es esto orgullo?», se preguntaba.”


Miguel de Unamuno
La tía Tula

2 de junio de 2010

El sol de Breda

“Recuerdo bien que aquel día funesto había un poco de sol, aunque fuera holandés; y estábame yo muy a su disfrute, sentado en un poyo que había en la puerta de la casa mientras leía con mucho agrado y provecho un libro que el capitán Alatriste solía dejarme para hacer prácticas de lectura. Era una fatigada primera edición, muy llena de malos tratos y manchas de humedad, de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, impresa en Madrid en el quinto año del siglo –solo seis años antes de que yo naciera- por Juan de la Cuesta: libro maravilloso del buen don Miguel de Cervantes, que fue ingenio profundo y desventurado compatriota; pues de haber nacido inglés, o gabacho, otro gallo habríale cantado a tan ilustre manco en vida, y no a modo de gloria póstuma; única que una nación hechura de Caín como la nuestra suele reservar, y eso en el mejor de los casos, a la gente de bien. Holgábame mucho del libro, sus lances y ocurrencias, conmovido por la sublime locura del último caballero andante y también por la conciencia –así me lo había asegurado Diego Alatriste- de que en la más alta ocasión que vieron los siglos, cuando las galeras cargadas de infantería española se enfrentaron con la temible armada turca en el golfo de Lepanto, uno de los hombres valientes que aquel día pelearon espada en mano había sido el propio don Miguel: pobre y leal soldado de su patria, de su Dios y de su rey, como también lo fueron después Diego Alatriste y mi padre, y como estaba dispuesto a serlo yo mismo.”



Arturo Pérez-Reverte
El sol de Breda

1 de junio de 2010

Para un esteta

Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.

Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte –agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.

Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!

Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces («Mi obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
cin alzar vallas a su gloria.

Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar,
«que es el morir», dicen las coplas.

No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo («Mi obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.

José Hierro
Quinta del 42

Imagen: St Sebastian, Matthew Kelly.

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